17.11.09

¿Qué busca un Hombre en una Mujer? ¿Qué busca una Mujer en un Hombre?


Un desesperante vacío erótico
Por Dr. Juan Carlos Kusnetzoff

Entra en escena una nueva variante del triángulo amoroso:
la mujer, el hombre… y el pene.
Rendirle culto a los genitales vacía de contenido el acto sexual.
Aquí, un análisis al palo.

¿Qué busca un Hombre en una Mujer? ¿Qué busca una Mujer en un Hombre?

Es difícil decirlo y es difícil especificar la respuesta. Hay diferencias en cuanto a la edad, diferencias en las épocas y diferencias en las distintas culturas.
(…) El universo de población, tanto hombres como mujeres, porta una “tarjeta de presentación” llamada “queja” que acostumbra a ser un problema disfuncional sexual. Si se quiere ser más explícito, alcanza solo al ámbito genital: o falta de erección, o eyaculación precoz, o dificultades orgásmicas en las mujeres. Menos frecuente como “queja” inicial es la falta de deseo o impedimento por dolor al tener relaciones sexuales. Nadie hace una consulta porque “no consigue pareja”, o porque “estoy sola”.(…).
Hecha esa salvedad, tengo que subrayar que ambos, hombres y mujeres, se quejan de falta de erotismo. Tengo que aclarar: la queja principal es puntal y focalizada. Hay falta total o parcial de orgasmo, o hay falta total o parcial de erección. Sin embargo, con que se avance un poco en el interrogatorio y en el conocimiento de la intimidad, podremos darnos cuenta del desesperante vacío existente en la pareja misma y en cada uno de sus componentes. ¿Qué busca un hombre en una mujer?: habitualmente una “transfusión” de ternura “envasada” en un erotismo que le hago, poner el pene en ángulo agudo y en rigidez durante mucho tiempo.
¿Qué busca una mujer en un hombre?: que la toque, que la bese, que le “esculpa” el cuerpo entero con sus dedos; en definitiva, que el cuerpo de ella, sea como un enorme pene para él y se erecte.
Pero...¿qué ocurre en realidad? Un hombre, a la espera de la “transfusión” antes comentada, se la pasa observando el funcionamiento de su órgano viril; todo lo demás suele desaparecer. En la cama hay tres: un hombre, una mujer y... el pene. El hombre suele elegir quedarse con el pene, dejando excluida a la mujer, quien acaba reclamando desde la soledad, desde el hambre de caricias insatisfecho, desde la frialdad de la piel y del alma. Una mujer, a la espera de ser depositaria de las ansiedades eróticas del compañero, comprueba, dolorosamente, ser traicionada por un competidor inesperado: el pene. El hombre finalmente ama su pene, sintiéndose ella apenas como un instrumento y no como una finalidad en sí misma.
Por lo tanto, según mi modo de ver predominantemente clínico, un hombre no busca otra cosa en la mujer, que una excusa para poder gozar de su propio pene erecto. Y una mujer no busca otra cosa en un hombre, que le descubra su piel fláccida y se la transforme en un pene en plena erección.
Quizá – y solo como idea hipotética – podamos ver allí, las diferencias... Los hombres buscando juventudes esbeltas, estéticamente deseables, durezas que asemejan capacidades eréctiles a ser alcanzadas y las mujeres, buscando símbolos de poder como el dinero, que eso si es posible de obtener ya que brazos que contengan, dedos que acaricien, o labios que mojen las pieles, se encuentran en franca carencia.
Como se ve, un desesperante vacío erótico significativo, motivo de desencuentros, malos entendidos, rencores interminables y adjudicaciones de diagnósticos usados como armas, tales como: “impotente”, “frígida”, etc. Hombres y mujeres post-modernos, “hacen el amor” como un eufemismo. En realidad comparten dos modos diferentes de una misma soledad, un vacío que se encuentra bastante más allá de los orificios y de las anatomías que supuestamente los puedan llenar.
Sé que lo antedicho no explica todo, y creo que el todo se construye con fragmentos de diferentes verdades, no obstante, muestra un hecho fuerte: los hombres y las mujeres pueden colocar avisos en los diarios o revistas, pueden vestirse con ropas lujosas y oler el último perfume francés. Pero a la “hora de la verdad”, se terminan los símbolos de status, se terminan los coches último modelo, y se terminan las ropas exclusivas de cuatro cifras. Ha llegado la hora de la piel y de las mucosas, del calor y de las humedades. Se terminan las palabras y aparecen las interjecciones, finalizan las promesas y emergen los instantes. Es la hora de sentir que la vida misma está erecta.

http://www.inconciente.com/anteriores/C01/eldesesperante.html